38750.fb2 La Soledad De Los N?meros Primos - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 10

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8

Mattia miraba hacia fuera por los cristales opacos de la ventana. Era un día luminoso, un anticipo de primavera a principios de marzo. El fuerte viento, que por la noche había limpiado la atmósfera, parecía llevarse también el tiempo, haciendo que pasara más rápido. Contando los tejados que desde allí lograba ver, Mattia trataba de calcular a qué distancia se hallaba el horizonte.

A su lado, Denis lo observaba de soslayo intentando adivinar sus pensamientos. No habían comentado lo ocurrido en el laboratorio de biología. Hablaban poco, pero pasaban mucho tiempo juntos, sumido cada cual en su propio abismo, aunque sintiéndose sostenidos y salvados por el otro, sin necesidad de muchas palabras.

– Hola -oyó Mattia a sus espaldas. En el cristal vio reflejadas a dos chicas cogidas de la mano. Se giró.

Denis lo miró con aire inquisitivo. Las chicas parecían esperar algo.

– Hola -contestó Mattia en voz baja, y agachó la cabeza para evitar la mirada penetrante de una de ellas.

– Yo soy Viola, y ella Alice -dijo la que así lo miraba-. Vamos a segundo B.

Mattia asintió. Denis estaba boquiabierto. Ninguno de los dos dijo nada.

– Qué -prosiguió Viola-, ¿no os presentáis?

Mattia pronunció su nombre en voz baja, como si más bien se lo recordara a sí mismo, y tendió blandamente la mano sin vendar a Viola, que la estrechó con fuerza; la amiga lo hizo rozándola apenas, y sonrió mirando a otra parte.

Denis se presentó también y no menos torpemente.

– Queríamos invitaros a mi fiesta de cumpleaños, que es el sábado -dijo Viola.

Denis buscó de nuevo los ojos del amigo, en vano. Mattia miraba a Alice, que seguía esbozando una media sonrisa tímida, y pensó que aquella boca, de labios pálidos y finos, parecía obra de un afilado bisturí.

– ¿Y por qué? -preguntó.

Viola lo miró con gesto torvo y se volvió hacia Alice con una expresión que significaba ya te decía que estaba loco.

– ¿Cómo que por qué? Pues porque nos da la gana.

– Gracias, pero no puedo -contestó Mattia.

Aliviado, Denis se apresuró a decir que él tampoco.

Viola no le hizo caso. A ella le interesaba el de la mano vendada.

– Ah, ¿no? -repuso provocadora-. Será que tienes muchos compromisos para el sábado noche. ¿Has quedado con tu amiguito para jugar a los videojuegos? ¿O piensas cortarte otra vez las venas?

Al decir esto, Viola sintió un escalofrío a la vez de terror y excitación. Alice le dio un apretón en la mano indicándole que se callara.

Mattia no pensó sino que había olvidado el número de tejados y no tendría tiempo de contarlos de nuevo antes de que sonara el timbre.

– No me gustan las fiestas -adujo.

Viola se esforzó por reír y emitió una serie de jijíes agudos.

– Qué raro, si a todos les gustan las fiestas. Y se dio con el dedo dos golpecitos en la sien derecha.

Alice le había soltado la mano y tenía la suya, sin darse cuenta, en el vientre.

– Pues a mí no -replicó Mattia en tono severo.

Viola lo miró con desafío y él le sostuvo la mirada con semblante inexpresivo. Alice había dado un paso atrás. Viola abrió la boca para replicar algo, pero en ese momento sonó el timbre. Mattia echó a caminar resuelto hacia la escalera, dando por terminada la conversación. Denis lo siguió como arrastrado por su estela.