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LAS peleas son como inviernos: cada uno se queda en su casa. Aquel invierno entre Kamo y yo fue largo. Ni una palabra, ni una mirada más durante… un montón de tiempo, es cierto…
Como a partir de entonces fue ya el primero en inglés -y con mucho…-, la clase atribuyó nuestra ruptura a la rivalidad.
Lanthier el Largo protestaba:
– Venga, no vas a enfadarte con Kamo por un asunto de puestos en clase. ¡Tú no! ¡Vosotros no!
Lanthier apreciaba nuestra amistad.
– A Kamo y a ti os necesitamos. Es como… -buscaba una comparación-. es como… no sé yo, es como… -y no la encontraba nunca.
Él no tenía amigos en realidad; era más bien el amigo de los amigos.
La verdad es que Kamo no hablaba ahora con nadie. Ni siquiera con la señorita Nahoum, que ya sólo le llamaba «dark Kamo». Humor sombrío, silencios interminables, miradas glaciales en cuanto se le dirigía la palabra… Y de cráneo en todas las demás asignaturas. ¡Incluso en mates! Hasta en historia, que siempre había sido su favorita. Hacía novillos, no entregaba los deberes, contestaba cualquier cosa cuando ie preguntaban: estaba en otra parte y yo era el único que sabía dónde: ¡doscientos años atrás!
Pálido, con las facciones desencajadas, adelgazaba de día en día y hacía gestos rápidos y bruscos, como los autómatas que coleccionaba Moune, mi madre, y que Pope, mi padre, arreglaba para que funcionasen.
Un día Lanthier el Largo me preguntó:
– :Kamo está enamorado o qué?
– Pope, ¿qué es de verdad estar enamorado?
(No soy completamente idiota y tenía una cierta idea sobre el tema, pero necesitaba una respuesta exacta.)
Con una aceitera en la mano, Pope levantó la mirada de] espadachín autómata al que acababa de arreglar el brazo articulado.
– ¿Estar enamorado? ¡Descarga violenta de adrenalina, aceleración repentina del ritmo cardiovascular!
Moune ahogó una risita.
– ¡Que bobo eres!
– ¿Tienes una respuesta mejor que darle?
Moune dejó su libro sobre las rodillas.
– ¿Estar enamorado? ¿Verdaderamente enamorado? Es tener la suficiente cantidad de cosas que decirle a alguien como para pasar la vida con él aunque no se diga nada.
Pope me dirigió una mirada interrogante. Yo volví a la carga.
– ¿Y se puede estar enamorado de alguien que no existe?
Aquello le divirtió francamente a Pope.
– ¡Perfectamente! ¡Hasta el punto de que ésa es la causa de todos los divorcios!
No lo entendí. Di por cerrado el tema.