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– Carvalho.
– ¡Claro! Usted es Pepe Carvalho. Luego le pediré un autógrafo, porque si no, mi mujer no se va a creer que he estado con Pepe Carvalho. Pues, como le iba diciendo, cada vez somos más los que estamos embarcados en el mismo barco, pero ¿adonde nos lleva?
– Vivimos tiempos de incertidumbre.
– Usted lo ha dicho. Viviremos transformaciones asombrosas. Yo preveo hasta la caída del imperio americano y sería horroroso porque nos quedaríamos sin un elemento fundamental de disuasión y la anarquía más total se cernería sobre el planeta. Para cuando llegue ese momento tienen que estar muy bien trabadas las nuevas estructuras nacionales. La crisis del gran capitalismo se salva si funciona la pequeña empresa, ¿no cree usted? Igual puede decirse de la crisis de las grandes potencias, de la caída de las naciones-Estado hegemonicas durante más de cuatro siglos. Entonces llegará el momento de las pequeñas naciones reprimidas y aplazadas.
Se oían voces altas en la sala de recepción y al tiempo Quimet se metió en la salita para contrariedad del hombre del chándal que pronto superó acogiendo al recién llegado como a un jefe. Quimet propuso a Carvalho que le acompañara. Salieron a la calle y se metieron en el primer bar que encontraron seguidos por uno de los muchachos motoristas. Quimet pidió un bíter sin alcohol y Carvalho un jerez fino, con alcohol, subrayó. Si en el fondo de la voz de Quimet quedaban restos del naufragio del reproche, el tono era apacible cuando le recriminaba no haber respetado el ritual de la consigna. Es mi manera de trabajar, objetó Carvalho. Quiero conocer exteriores antes del rodaje de la película y además me ocupa sobre todo el caso del asesinato del chico Mata i Delapeu y estaba de paso. Otro día iré expresamente y daré la consigna.
__¿Por qué no me lo había dicho? Sobre sectas tenemos un servicio espléndido: sectas religiosas, extrema derecha, drogas y corrupción preventiva.
– ¿Cómo puede ser preventiva la corrupción?
– Al margen de la policía del Estado y de la policía autonómica, investigamos, vamos a decir, por cuenta propia. Investigamos casos que pueden poner en nuestras manos la conducta de altos cargos, pero sin hacerla pública para no desprestigiar la escasa estructura de soberanía, de poder nacional. Casi todos son asuntos de relaciones extramatrimoniales, débil es la carne. Los trapos sucios hay que lavarlos en casa. Las elecciones se acercan y podemos perder, todo depende de que no hagamos tonterías y no entreguemos bazas al enemigo. Los corruptos no deben provocar el efecto de que tiremos piedras sobre nuestro propio tejado. Pero sobre lo del chico Mata i Delapeu podemos ponerle en el buen camino.
– ¿Conoce usted al señor Jordi Anfrúns, sociólogo?
Quimet podía fingir que estaba radicalmente sorprendido y así lo hizo algunos minutos mientras trataba de enterarse cómo Carvalho había podido llegar a relacionarles.
– Bueno. Ya veo que a usted, Carvalho, le gusta moverse por su cuenta. Anfrúns es un experto en cuestiones religiosas y me valgo de sus conocimientos. Eso es todo. A propósito, ¿tiene algún inconveniente en viajar de paquete en una moto?
Carvalho negó con la cabeza y Quimet le abandonó unos instantes para dialogar con el motorista que había quedado a prudente distancia tomándose un zumo de tomate. Volvió acompañado por él.
– Aquí tiene a su motorista. Le llevará a buen puerto.
El motorista pertenecía a la secta de kamikazes regateadores, capaces de rebasar cualquier tipo de coches, en cualquier situación, aun a costa de llevarse por delante todos los espejos retrovisores y los insultos de los automovilistas. Carvalho dejó de anticipar y contemplar las pequeñas destrucciones y se concentró en el paisaje fugitivo que venía a su encuentro, mientras cavilaba sobre la condición carvalhiana de la vida que puede llevar a un prejubilado respetable a la posición teórica de paquete de una Suzuki conducida por un espía catalán casi adolescente, y probablemente adolescente sensible y puritano sin otro vicio que el zumo de tomate, el pan con tomate y la ensalada de tomate. Curioso que las dos señas de identidad de la identidad catalana, el pan con tomate y la sardana, no se convirtieran en fenómenos sociales hasta bien entrado el siglo xix. Tanto la sardana como el pan con tomate formaban parte de la comunión emocional de Carvalho con el país, impresionado desde niño por la majestad de la danza y por la propicia inteligencia del pan untado. La moto se fue a por el barrio de Horta para detenerse en una calle donde sobrevivían algunas torres con jardín, a veces acompañadas ya del rótulo de la empresa demoledora. Pero fue un chalet con posibles el escogido por su conductor y sobre la puerta un rótulo se convertía en invitación al enigma: Enigma S. A. ¿Cómo es posible que el enigma se constituya en sociedad anónima?
Superaron media docena de escalones de mármol castigado por las erosiones y se metieron en un largo pasillo al que se abrían habitaciones rotuladas: Ejército de Salvación, Pentecostés, Testigos de Jehová, Darbistas, Cienciología y Rosacruz, Cristian Science, Espiritistas, Cuáqueros, Niños de Dios, Satánicos, Nuevo Diseño, Catarismo, Islámicos, Orientales y EPC. Sin duda estaba en algo parecido a la planta dedicada a religiones de El Corte Inglés, Macy's o Galerías Lafayette. Le pidió el motorista que le esperara y se metió el muchacho en el departamento de EPC. Salió poco después acompañado de un cura con clergyman, pequeñito, gordito y enfurruñado que mascullaba algo ininteligible pero que Carvalho suponía dirigido a él. Escogió el cura el departamento satánico y franqueó la puerta a Carvalho. En el interior sólo había dos sillas, una mesa con el imprescindible ordenador y el resto eran archivos. Sentada en una de las sillas trabajaba una chica con un notable parecido físico con el cura aunque ella era pelirroja, tanto que no podía ser otra cosa que su hija o su sobrina, circunstancia que el cura debía tener muy detectada porque dijo:
– La señorita Neus, mi sobrina.
Neus trabajaba con una eficiencia extrema a juzgar por la dedicación con que trataba de meter o sacar algo del ordenador.
– Imprímeme el caso Ruidoms.
Los dedos de Neus no se desengancharon del teclado hasta que de la máquina de imprimir empezaron a salir hojas según el impulso de una tos asmática. Una vez impresas las hojas, las tomó el cura como si se tratara de un informe trascendental sobre el bombardeo de Iraq
0 de Kosovo en las próximas horas, lo repasó con ojos sagaces y con un lápiz rojo fue trazando círculos. Luego hizo una seña al detective para que se le acercara y en muy baja y continuada voz, como si rezara, le fue dando algunas explicaciones.
– Puede leer el informe entero, porque así me lo ha indicado Manelic.
¿Manelic? ¿Quién era Manelic? Pero el cura no pareció impresionado por el evidente desconcierto de Carvalho.
– Ponga especial cuidado en los círculos en rojo. Si tiene alguna duda que Neus pueda resolverle, recurra a ella. Y si ella no se las resuelve, me viene a buscar donde me ha encontrado.
Se sentó Carvalho mientras el mosén se iba y captó una pequeña atención de Neus dirigida a abarcarle y valorarle. La muchacha tenía ojos bonitos y dióptricos de pupilas acentuadas por las lentillas, la piel pecosa. Leyó Carvalho dos veces el breve informe y tomó algunas notas que le ayudaban a hacerse un resumen personal: Testigos de Luzbel. Secta satánica fundada por Albert Pérez
i Ruidoms a partir de la teoría de que la luz del mundo se extinguió con la caída del llamado Ángel Malo, Luzbel, y que sólo volverá cuando una nueva negación niegue una civilización negativa en la que lo propuesto como Bien sólo sabe definirse como lo contrario al Mal, que es lo único realmente existente. Luzbel adquiere una consistencia simbólica subversiva, por lo que la secta pregona la creación de una red de desobediencia civil y trata de estar presente en los movimientos okupas y neoanarquistas en general. Tras señalar a Pérez i Ruidoms como el único responsable importante de la secta y a la víctima Alexandre Mata i Delapeu como su compañero sentimental, despachaba el asesinato como un ajuste de cuentas entre grupos empresariales y dejaba la clarificación del asunto en manos de un tal Manelic. ¿Quimet? ¿El hombre del chándal? ¿El cura? Si estos apartados estaban liquidados en unos cinco folios, los diez restantes se ocupaban de la posición de Testigos de Luzbel con respecto a la reivindicación nacionalista catalana y las naciones sin Estado. En ocasiones el sujeto referido era estrictamente el nacionalismo catalán pero, a medida que avanzaba el documento, el redactor hablaba teniendo en cuenta el movimiento internacional de las naciones sin Estado y la disposición de Testigos de Luzbel. Y siempre citando a Manelic como una autoridad. Es decir, la pieza clave era Manelic.
– ¿Conoce usted a Manelic?
– ¿Decía usted?
La pelirroja y pecosa se había sobresaltado por el simple hecho de la interpelación.
– En el informe que me ha dado el mosén, aparece un tal Manelic y le preguntaba si usted podría ponerme en contacto con él.
– No sé quién es. Yo me limito a mantener la red de Internet.
– Le conviene salir de esa red. Está usted muy pálida. Yo en cuanto me entere de quién es Manelic me voy a dar un baño en la Barceloneta o en la Vila Olímpica. ¿No le apetece?Una de dos, pensó Carvalho, o te mira con la distancia que merecen tus años o se ruboriza y se echa a reír. Se había ruborizado y rió brevemente.
– Sale gratis y es tonificante. Tal vez no sea hoy, porque sospecho que me va a costar llegar hasta Manelic, pero mañana… ¿A qué hora sale?
– No tengo horario fijo.
– Póngaselo usted misma, ¿las dos?
– Bueno.
La muchacha parecía muy sorprendida de lo que estaba saliendo de sus labios.
– Vendré a buscarla.
– No. No. No estamos autorizados a dar citas a extraños en esta sede. Iré yo a donde usted me diga.
– Al pie de la Torre Mapire a las dos. Traiga el traje de baño puesto, debajo de la ropa, se entiende, de lo contrario tendría que cambiarse en el parking. Yo le cedería mi coche con mucho gusto. ¿Se llama usted?
– Margalida.
– Su tío me ha dicho que usted se llamaba Neus.
Ella se había llevado una mano a la boca y reía sofocadamente.
– Neus es mi nombre de guerra.
Seguía conteniendo la risa.
– Presiento que si usted no se llama Neus, su tío tampoco es su tío, aunque tienen cierto parecido. ¿Cómo lo han conseguido? ¿Tienen en el sótano un departamento de ingeniería genética? Pero celebro que se llame Margalida. Muy bonito. En mis tiempos de persona culta me sabía una canción en catalán en la que se habla de una Margalida muy desafortunada. Luego dejé de ser culto y sólo me gusta ir en verano a la playa y en invierno cocinar hasta altas horas de la madrugada. ¿Le gusta a usted comer bien?
– Y cocinar. Seguí los cursos de la escuela Hoffman y he asistido a varios congresos de cocina catalana.
La pelirroja se merecía un respeto, pero probablemente su tío era el más indicado para informarle sobre Manelic. Llamó a la puerta de EPC y la voz del cura le invitó a entrar. Ya no iba de cura o al menos no iba vestido de cura. Llevaba algo parecido a una guayabera, pantalones téjanos de verano y sandalias como si las hubiera llevado toda la vida. Aquel hombre tenía cierta capacidad de transformación y Carvalho recordó a un personaje de cómic que se llamaba Mortadelo, capaz de convertirse en una farola o en una lombriz si era necesario para proseguir su investigación.
– Lo tengo todo más claro, pero según se desprende del informe he de encontrar a Manelic.
– ¿Para qué lo quiere?