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– Me está usted hablando de entidades concretas marcadas por circunstancias históricas concretas: la guerra fría o la transición democrática española. Me refiero a los servicios de información del futuro, a una nueva concepción de servicios de información adecuados a nuevas estrategias, a nuevas expansiones, a la nueva conflictividad regional de la globalización. El problema del espía moderno al servicio de las grandes potencias es saber a quién espiar. En cambio, el espía posmoderno al servicio de nuevos centros de poder fragmentarios ha de espiarlo todo. Usted perteneció a la CÍA o al menos eso se dice, ¿perteneció usted a la CÍA?
– Hace tanto tiempo que es tan probable como improbable.
– En cualquier caso retiene una experiencia que puede sernos muy valiosa.
– ¿A quién?
– A Cataluña.
Los ojos de Carvalho divagaron hacia una tienda de productos de espionaje que se abría al pie de la Torre de les Arts y Charo le siguió la mirada para después atrapársela e insistir en su demanda de moderación, de atención, que lo hiciera por ella, que no se precipitara. Carvalho se recostó en el respaldo de la silla para oír el razonamiento de Quimet sobre la necesidad de que Cataluña tuviera su propio servicio de información.
– Nos consta que están operando en nuestro territorio no sólo los servicios de información del Estado español o los de Francia, e incluso enviados de la Padania de Bossi, sino también los que se han constituido en otras comunidades autónomas, muy especialmente en el País Vasco, donde el PNV ha dispuesto de servicios de información desde hace más de cincuenta años, cuando Irala y Galíndez colaboraban con los norteamericanos.
– ¿Qué espían los vascos a los catalanes?
– Les interesa saber qué espiamos nosotros.
– De seguir con esta lógica, sin duda, todo el mundo tendrá que espiar a todo el mundo para saber qué espía.
– No lo reduzca al absurdo. Es probable que esa situación acabe por cuajar. Pero, en el terreno de lo concreto, nosotros hemos detectado la actuación de espías al servicio de poderosos grupos de presión económicos que podrían desvirtuar la idea misma de Cataluña: ¿Ha oído usted hablar de «Región Plus»?
– No lo suficiente.
– No es el momento, pero le adelanto que estamos ante una conspiración diabólica de la internacional popular, de la internacional socialista, en respaldo del nacionalismo español, aliadas con poderosos sectoresfinancieros para crear una nueva entidad regional multinacional que pueda competir con y arruinar incluso la identidad de Cataluña: la creación de un poderoso triángulo económico Toulouse-Barcelona-Milán que pasará por encima de los límites emocionales y nacionales de Cataluña. A eso se le llama Región Plus. El gobierno francés y el italiano colaborarían con el español en el proyecto con tal de arruinar el potencial escisionista de la Padania de Bossi y de la Cataluña Norte, por no mentar ya lo que sería una reivindicación occitana. Ni la Padania de Bossi existe, ni Occitania tiene posibilidad de emerger, pero Cataluña es y está, es y está en peligro. Lo que no consiguió el franquismo puede conseguirlo el economicismo apatrida. De prosperar, esa nueva base y territorio de intereses económicos puede inutilizar la idea misma de Cataluña. Destruir nuestra identidad. ¿Cómo podemos sentirnos miembros de un triángulo? ¿Vamos a inaugurar el patriotismo geométrico? Necesitamos hombres como usted, Carvalho.
Ahora era el detective el que escrutaba a Charo para que le ratificara las buenas intenciones de Quimet. ¿Se está quedando conmigo? ¿Es un vacileta? Y los ojos de Charo le contestaban: No. Va en serio, por favor aguanta. Quimet le tendía una tarjeta.
– Acuda a esta dirección y piense que las apariencias engañan. Cuando llegue enseñe la tarjeta y diga simplemente: De bon matí quan els estels es ponen… <strong>[4]</strong> .
– ¿No lo podríamos dejar en: Patufet, on ets? <strong>[5]</strong> .
Los ojos de Charo le estaban riñendo. Quimet reía.
En la tarjeta se anunciaba otra tienda, ésta de biodietética y salud llamada: «Lluquet i Rovelló.» Pretextó una urgencia y dejó a los dos socios sacando conclusiones. Era la hora del almuerzo y quiso localizar La Estrella de Plata, donde se servían tapas vanguardistas ideadas por un tal Dídac López, tapas milenaristas. Dejó la Villa Olímpica entregada a sus ciclistas, a sus bañistas tan partidarios del mar como de lo gratis y sus restaurantes de gambas, con la excepción del Talaia, donde se podía comer una síntesis de la nueva cocina metafísica de Ferran Adriá y neococina étnico-mediterránea, y marchó en dirección al Pla del Palau. Tuvo que luchar como en sus mejores tiempos de karateka para conseguir un lugar en la barra de La Estrella de Plata y pedir un repertorio de un corazón de alcachofa con un huevo de codorniz y caviar o un buñuelo de flor de calabacín relleno de foie-gras homologado. Si bien cuatro canapés exquisitos le habían abierto el apetito, al mismo tiempo le impedían seguir agrediendo su mezquina economía planteándose siquiera una comida modesta. Ya no se trataba de ahorrar para la vejez, sino de ahorrar insuficientemente para la nada. Una reciente consulta de sus finanzas le arrojaba el balance de diez millones de pesetas que a plazo fijo le rendían quince mil pesetas al mes. Eso era todo lo que tenía, a no ser que se vendiera la casa de Vallvidrera y se fuera a vivir bajo un puente con las quince mil pesetas de renta mensual. Así que se lió el presupuesto a la cabeza y marchó hacia el restaurante Sr. Parellada, donde Ramón, en otro tiempo héroe del rock catalán y ahora responsable también de la Fonda Europa de Granollers, le hacía precios especiales o al menos le invitaba a una copa. Quería comer cocina catalana, empezar a identificarse totalmente con la causa y pidió escudella barrejada <strong>[6]</strong> y peus de pare amb cargols <strong>[7]</strong>, consciente de que la escudella barrejada es la resaca de las mejores escudellas, los restos de sus esplendores y que los pies de cerdo con caracoles son anticalóricos y nulos portadores del colesterol.
– ¿Algún caso entre manos?
Preguntó Ramón antes del postre de rodajas de naranja al jugo de naranja con fragmentos de corteza confitada.
– Debo terminar de encontrar al asesino del testigo de Luzbel. No sabe usted en qué lío me he metido. No creo en la religión verdadera y me meto en una religión falsa. Por otra parte puedo tener otro caso mayestático: salvar una nación.
– ¿Qué nación?
– No tiene el nombre puesto al día. Una nación errante por el desierto durante siglos acaba perdiendo hasta el nombre.
Al entrar en el despacho vio que la suerte estaba echada. Biscuter le había dejado sobre la mesa el parto de una llamada del fax.
Basta ya de pelar la pava, no tenemos tiempo que perder (temo que inicie sus vacaciones, y nos quedemos en «suspenso»; eso de tener que trasladar a septiembre lo que pudo haber sido y no fue no va conmigo). No me gustó su autógrafo.
Cuando se ha podido pintar Las Meninas -las de Velázquez-, uno no puede conformarse con haber hecho un chiste de Mingote, por buenos que sean el chiste y su autor. Pero es que, por lo que sé o me han dicho, su vida ha penetrado en las dimensiones del simulacro y me consta lo mal que lo pasó usted en su investigación de Madrid sobre el asesinato del financiero mecenas, y no digamos ya durante su larga estancia en Buenos Aires, una huida hacia adelante. Lo de Madrid lo juzgo más criticable. Usted vivió aquella experiencia y la contó a quienes le interesaba contarla, jugando con la singularidad de transgredir el principio de Pauli (dos cuerpos no pueden ocupar, a la vez, el mismo espacio al mismo tiempo). Un crimen que según usted comete «El autor» de una novela que se presentaba a un concurso literario; el tema: los entresijos económicos, políticos, literarios en el fallo de un premio. Un espejo perfecto en el que puedes caminar hacia dentro o hacia fuerasin apenas darte cuenta: genial. Un remedo de cómo Velazquez concibió Las Meninas; haciendo que el autor, incluso el espectador sean parte de la composición; un planteamiento insólito con resultado de: espléndido. Es «el cuadro», ni Vermeer merece con Delft tanto elogio. En cuanto al planteamiento: 10.
Estoy pensando que… salvo que me lo permita, expresamente, no puedo continuar, mi buena educación me lo impide; ¿es mucho pedir que responda con un sí o un no, simple y llanamente?
Cuánto me gustaría que su fax emitiera en vez de ese impertinente sonido música de bolero, le convendría mucho a mi «negocio», será más fácil que usted ceda si suena.
… adoro las cosas que me dices,
adoro nuestros ratos felices…
Alicia (detrás del espejo)
¿Qué se había creído aquella imbécil? Allí estaban las siglas SP Asociados y el número de teléfono. Quedaba a su merced para una réplica contundente. ¿Qué derecho tenía a meter la crítica en su vida? ¿Era responsable Carvalho de cuanto se especulara a su costa? ¿A qué podía contestar sí o no? Señora, envíeme una foto y juzgaré si vale la pena proponerle que nos vayamos a la cama. Pero, todavía irresoluto sobre qué hacer con el fax, de nuevo se puso en marcha la máquina trituradora del silencio y otra vez SP Asociados y el teléfono de referencia como cabezas de un nuevo texto.
Volviendo a la actuación en Madrid que me ocupa, a mí, porque por lo que veo usted ni caso. Usted se hizo, como siempre, una composición de lugar a partir de un boceto de los personajes que ya tenía en la cabeza, como en su día hizo conmigo: yo debíacoincidir con el diseño elaborado por todos sus prejuicios. Ya me imagino cómo aparecieron ante usted los presuntos implicados. Usted siempre utiliza la técnica goyesca, es decir: pinceladas gruesas, resueltas, seguras, que, con la precisión de un bisturí, hacen aflorar la individualidad de cada uno. Cromático. Usted es un voyeur que se pinta la realidad a su medida. ¿En qué colores me tiene descrita en el archivo de su memoria? ¿En qué momento me abandonó del bolero in crescendo de su historia sentimental, como el de Ravel, in crescendo pero roto en cuanto a usted le interesa coger el disco y destrozarlo? Musical. En las mejores piezas musicales la clave está en el contrapunto, con él se armoniza la composiáón; Carvalho, el personaje ficticio, es, precisamente, el encargado de darle visos de realidad, de hacer «digestible», ligero, un paisanaje denso, casi intrincado. Sabroso.
El caso del asesinato de Lázaro Conesal tiene en su desarrollo vocación polifónica, trata de ejecutar a la vez distintas melodías, esboza por un lado la trama económica, por otro la político-social y finalmente la literaria; como lo haría un compositor: solapando un tema con el otro, el primero que suene en solitario, luego se fusione con el siguiente, lo abandone para que luzca, solo, este último que se imbricará con el tercero…., y vuelta -ouroboros- a empezar. Sinfónico.
Pero en algún momento empieza a deslavazarse la sinfonía; los sones persisten y los tiempos se respetan, es cierto, pero… el resultado es una amalgama de temas que suenan dispares, estridentes…, eso sí -y para más inri-, con frecuencia. Cacofónico. No quise preocuparme (me dije: Es seguro que lo hace a propósito), que todo lo ha vivido con voluntad de que la vida sea un gallinero con esa escalera que es una metáfora, la vida es como la escalera de un gallinero, corta pero llena de mierda. Supe que usted había recuperado en Madrid a una mujer de la que estuvo encaprichado y no le supongo más interesadoporque usted con las mujeres nunca pasa del escalón del capricho. Y en la relación con esa mujer sonó el primer inarmónico. Usted contempla como un epifenómeno a un chaval de dieciocho años, el hijo de Carmela, cuando le hablaba en argot despectivo de los códigos de su madre y de usted mismo, un muchacho capaz de juzgar que su madre sigue a Julio Angui-ta como si fuera Michael Jackson, y que Anguila tiene algo de Jackson, es un rojeras blanqueado o un blanco enrojecido. Y ridiculiza a su madre porque según él está apuntada a todas las sociedades secretas del rojerío: SOS Racismo, Derechos Humanos, Fuera las manos de Chiapas… He hablado con el muchacho. He seguido sus pasos, Carvalho, incluso provoqué una conversación desinteresada con Carmela para ver qué papel ocupaba usted realmente en su vida. Puedo adelantarle que en dos ocasiones, a comienzos de los años ochenta y afínales de los noventa, Carmela estaba esperando que usted se bajara del avión y se quedara con ella. No le conoce. Carmela no le conoce, señor Carvalho. Comprendo que le preocupa saber que yo he investigado sobre sus investigaciones, como a veces se pinta un cuadro sobre otro cuadro, se llama pentimento, o se escribe en las partes en blanco de un libro ya impreso. Sospecho que esta revelación le ha sentado fatal.
La música que, ahora, debería emitir su fax:
Adiós barquita de vela
galeón de mi querer.
Tu bandera y mi bandera
ya no han de volverse a ver.
… Reply please.
Tentetieso
(sigo, detrás del espejo)
Posdata: La recuperación de Carmela estuvo a punto de lograrse, sólo a punto. ¿ Qué ocurriría si intentara recuperarme a mi? ¿ Tan difícil es reconocerme, rescatarme de entre las páginas de su memoria? ¿No ha coleccionado los pétalos de todas las flores que ha tronchado? Perdone la cursilería. Es una cursilería controlada.
¿A qué pétalo se refería la vaca del fax? No podía ser otra cosa que una vaca acechante con sus cuernos desportillados y tetas cargadas de leches con sabor a peladillas, leches en technicolor barato, technicolor para niños postal souvenir. El contacto con los testigos de Luzbel lo tenía a las cinco de la tarde en el nuevo Zurich de plaza de Cataluña, una reproducción clónica del antiguo, del mismo modo que el Liceo lo era de sí mismo. Tiempos de ingenierías del simulacro y la nostalgia, farfulló Carvalho, predispuesto a una sesión de espiritismo delante de una horchata o de un granizado de café. Rambla arriba, sus ojos y el verano desnudaban los cuerpos de las muchachas, incluso el de algunas mujeres, y Carvalho se hizo el test de la edad. ¿Quiénes le atraían más, las muchachas o las mujeres? Las mujeres. Respiró aliviado.
La horchata le parecía escarcha abierta y pobre y trató de recordar de dónde salía la metáfora hasta que le vino un vómito poético, los versos de Miguel Hernández escritos en la cárcel, mientras su hijo se amamanta con leche materna a su vez fruto de cebollas de posguerra: «La cebolla es escarcha cerrada y pobre.» El sociólogo Anfrúns no se retrasó en exceso, varios lustros más viejo que cuando se conocieron en el caso de la gogo-girl, con las mismas melenas lacias mayo del 68, ya envejecidas en los ochenta y diríase que no muy limpias, pero ahora, al final de los noventa, canosas y recogidas en una coleta. Su alta estatura compensada por unos hombros vencidos hacia delante, de tanto como había tenido que inclinarse para hablar con una humanidad más baja.
– De la sexología a la teología, un carrerón.
– Son tiempos teológicos, Carvalho, cualquier afirmación sobre el futuro es teológica porque nadie lo ha diseñado y el neodeterminismo capitalista se ha cargado la esperanza, es decir, el futuro como religión, tal como lo proponía Bloch. Por eso el gran mercado del próximo siglo será el religioso. Aparecerán religiones de marketing. Lo de las sectas es mera prehistoria.
Pidió Anfrúns un whisky con mucha agua o mucha agua con un whisky y Carvalho un whisky corto de Malta y sin hielo si tenía más de diez años. Divagaba Anfrúns sobre lo sensato de que aprendiera a orientarse en la selva de las nuevas religiones y a Carvalho se le entretenía la mirada en la observación de los cuerpos femeninos, así como en la adivinanza de la procedencia de los extranjeros, convertida la ciudad en un mito europeo por su condición de ciudad mediterránea habitada por seres que, según las encuestas, cifraban su máxima aspiración antropológica en ser suizos o japoneses en el caso de no poder seguir siendo catalanes. Era lógico que ciudadanos con tales expectativas merecieran la curiosidad universal. Pero Anfrúns había pronunciado la palabra Luzbel y con ella le obligaba a volver a su lado.
– ¿Qué decía usted de Luzbel?
– Que es una secta disuasoria.
– No lo entiendo.-La ha creado un grupo de presión contra otro. Al parecer hay negocios futuristas por medio y se juegan unas cantidades que se acercan al concepto de infinito. Jugadas de fondo de alta ingeniería geoeconómica. Todo empezó cuando el hijo de un industrial poderosísimo montó una secta para poder follarse a unas cuantas chicas y su padre le retiró el dinero porque no le gustaba que su hijo le saliera antipapa y además follando. El padre era del Opus Dei, fracción sin cilicio. Nada menos que Pérez i Ruidoms. De la noche a la mañana al chico le empezaron a llover remesas de dinero, al parecer de adictos y simpatizantes, pero era dinero del grupo Mata i Delapeu, ya les conoce, lo son todo, y nada bueno si les aplicamos un decálogo de capitalismo constructivo. Desarmadores de fábricas y negocios que se han hecho multimillonarios. Compran empresas a la baja con el personal ya despedido, las racionalizan mínimamente o venden lo que queda, solar, edificios. Un negocio limpio. Fíjese. Todo el planteamiento es coherente. Pero resulta que Albert Pérez i Ruidoms, satán, liga para la secta y para la cama a Alexandre Mata i Delapeu, precisamente el chico muerto. El asesinato de un miembro de Luzbel, al parecer en un ritual, coloca a la secta bajo el reflector y la personalidad del gurú implica a su padre y a todo lo que representa. Aparecerán dobles contabilidades, recuerde lo que le digo, se acercan las elecciones autonómicas, en otoño, hay serias posibilidades de que los nacionalistas pierdan frente a las izquierdas y el escándalo salpicará incluso a altos cargos del gobierno autonómico.