172880.fb2 El hombre de mi vida - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 25

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Satán se lanzó a un discurso que empezó denostando a Paul Claudel porque había asegurado que sólo el mal exige esfuerzo, porque está contra la realidad. No. No. La realidad es el mal y toda la juerga que la burguesía construye contra el satanismo tiene como aliados a los satanistas que hacen el gilipollas degollando gallinas y corderos.

– El satanismo es una fuerza espiritual que puede hacerse física, es como una homeopatía, porque, por ejemplo, en la sexualidad nos lleva a los hombres a la virilidad absoluta a través de la homosexualidad y a las mujeres a la feminidad absoluta a través de lo mismo. Eso ya supo verlo Jean Genet, san Jean Genet, pero yo me niego a asumir con André Gide que sirvo al «señor de las tinieblas», no, Satán no es tenebroso, es la luz de la negación y la palabra hebrea original quiere decir «acusador ante un tribunal», el señor de este mundo sería Dios y Satán el negador de la bondad de su creación, Satán es la inteligencia crítica, la cultura de la resistencia.

Se elevó el tono elegiaco del príncipe Pérez i Ruidoms:

– El satanismo moderno considera que Satán representa la indulgencia frente a la abstinencia, la existencia frente a las falsificaciones espiritualistas, la sabiduría frente al autoengaño hipócrita, la gentileza para el débil y la prepotencia hacia los fuertes, la venganza justa frente a la comedia de la otra mejilla, la responsabilidad de los responsables frente a los vampiros síquicos, representa la verdad del hombre en su condición animal, más peligrosa que la de los animales de cuatro patas, porque el desarrollo llamado «divino-intelectual» le ha convertido en el animal más feroz. Satán representa la duda gratificante y sólo hay que reprocharle que ha sido el principal socio de la Iglesia porque le ha ayudado a mantener el negocio durante siglos. A los satanistas nos une la necesidad de negar todo lo que las religiones institucionalizadas defienden.

Margalida sólo había puesto cara disidente cuando Albert exaltó la homosexualidad, pero en todo lo demás superaba el acuerdo para acceder a la condición del éxtasis.

– ¿Por qué huir? Conviértase en el príncipe heredero de su padre, el posible primer rey de Región Plus o de cualquier otra nueva patria de diseño.

– ¿Y mi alma?

Jodidos tiempos en los que Satán no quiere perder su alma y los socialistas quieren perpetuar el capitalismo, pero eran jóvenes y tenían toda una vida para irse curtiendo en el aprendizaje de la muerte. Les metió en un cuarto con dos camas bajo la protección de san Jean Genet, patrón laico de la homosexualidad, a no ser que los poderosos atributos de Margalida consiguieran contrarrestar la amnesia heterosexual de Albert. Era su problema y el de Carvalho conciliar el sueño porque no podía quitarse de la cabeza el plan de huida de los jóvenes. Es su problema, se repetía, juegan a las huidas porque ya no tienen edad de jugar a médicos y a él no le va lo de jugar a papas y mamas. Pero definitivamente no podía dormir y se encontró ante un mapa de carreteras estudiando las vías de huida propuestas por Margalida y luego se vio a sí mismo en la cocina ante el frigorífico abierto, con un inconcreto proyecto de hacer algo más que angustiarse. Por ejemplo, cocinar, y a aquellas horas de la mañana le apetecía algo fresco, como un tartar de pescado que tenía en la cabeza desde la mañana del día anterior, más o menos adaptación del tartar de ostras de Jean-Louis Neichel, pero sin ostras. No tenía ostras pero sí almejas frescas, erizos de mar, gambas, una latita de caviar ruso y no del mejor y lubina macerada al aceite de oliva virgen, sal, pimienta verde. Abrió los erizos con unas tijeras y separó las huevas, luego las picó junto a las almejas, las gambas y les añadió un majado de alcaparras, hinojo, escalonias, pepinillos y no tenía algas ni hinojo de mar, por lo que la receta no dejaba de ser una paráfrasis. Urdido el majado con aceite y limón aderezó con él los pescados picados, introdujo lo obtenido en el fondo de las cascaras vacías de los erizos y puso una cucharada de caviar sobre cada farsa. Abrió una botella de vino blanco Preludi y dispuso sobre una bandeja las tres cascaras, el vino, las copas, pan tostado y mantequilla. Cuando Albert y Margalida despertaron ante su reclamo y ella contempló la bandeja llena de tan extrañas naturalezas, tuvo que reprimir el gesto instintivo de buscar con una mano la pistola que había guardado bajo la almohada.

La sorpresa por lo mucho que les había gustado el erizo relleno entre otras cosas de sí mismo había conmocionado tanto a Margalida y Albert que se pasaron la primera parte del viaje reflexionando sobre el error de haber pasado casi toda una vida, aunque breve, reducida al horizonte gastronómico del pan con tomate y butifarra amb seques <strong>[28]</strong>, ella, y de comida supuestamente higiénica, él. A veces los factores de desalienación son los más inesperados y Carvalho al volante del coche gozó de ese silencio que sucede a las desvelaciones más trascendentales y a partir de Llanca disfrutó de la Cos ta Brava terminal, intimista y de una belleza verde oscuro, gris y azul profundo a medida que se acercaba a Francia.

– La cita es en el Memorial Walter Benjamin, está junto al cementerio de Port Bou, encima de un acantilado muy bonito sobre el mar.

Recordaba Carvalho cuánto le emocionaba en su etapa de joven rojo sensible el suicidio de Benjamin, en Port Bou, judío fugitivo al que el franquismo negó la entrada en España y se suicidó en un retrete con el nazismo en los talones. «La tarea del materialista histórico es salvar el pasado para el presente», había dicho o escrito, no sabía dónde, Benjamin, una frase que flotaba en la nada en tiempos en que el pasado queda tan proscrito como el futuro. Por una historia sin culpables y un futuro que no tiene otra oportunidad que ser un presente consumido día a día. Filosófico estoy a pesar de que como y hago el amor últimamente como no lo hacía desde casi un lustro.

– ¿Puedo asistir al encuentro o me retiro a una prudente distancia?

– Debes asistir. Te llevarás una sorpresa.

– ¿Qué sabéis de Benjamin?

– Un marxista insuficiente o insatisfecho. Está por decidir.

Opinó Satán desdeñosamente. Margalida tenía una vaga idea de su suicidio y alguien le había dicho que Benjamin entendía mucho de fotografía o que hacía también fotografías o que había escrito sobre fotografía. Tal vez en una conferencia que había dado un fotógrafo que se llamaba Fontcuberta.

– ¿Y usted sabe quién era Benjamin?

– Lo sabía.

– ¿Lo ha olvidado?

– Probablemente no, pero no necesito recordarlo. No necesito recordar las vidas que he vivido y que no iluminan la que ahora vivo. Benjamin formaba parte de mi ecosistema de hace cuarenta años. Ahora ni siquiera me serviría como un canto rodado sobre el que pisar para subir una cuesta. Pero a veces me vuelven frases que significaron algo, incluso una como «el suicidio es una pasión heroica» que cuando la leí me inquietabaporque pensaba que el suicidio era poco revolucionario, ¿cómo puede un combatiente social pensar que el suicidio es una pasión heroica? Hoy sé que tenía razón. El suicidio es una pasión heroica. La única pasión heroica individual que sólo nos puede hacer daño a nosotros mismos. Todas las demás pasiones heroicas son peligrosas y las que se sienten en grupo, ésas son las peores.

En el marco de un túnel cuadrado inclinado hacia el mar, un hombre les esperaba y, fuera de contexto, Carvalho tardó algunos segundos en identificarlo en el álbum fotográfico de su memoria. Era Guifré González, Manelic, el falso tío de Margalida, el ángel profeta del catarismo. Margalida salió la primera del coche para ir a su encuentro y darle explicaciones que él escuchaba severamente y que digería mirando unas veces en dirección a Carvalho, otras hacia Albert. Margalida explicaba algo con mucha vehemencia y Albert cabeceó contrariado.

– Ya le he dicho que no saldría.

– ¿El qué?

– Manelic no sabía de quién se trataba. Margalida no le había dicho nada porque presumía que no me aceptaría. ¿Por qué tiene que ayudar al hijo de Pérez i Ruidoms?

Carvalho marchó en dirección a la pareja y se encaró con Margalida. Le habló con dureza:

– Hemos quedado en que todo se resolvería en minutos. No puedo esperar.

Ella estaba sorprendida de su reacción, conservaba en los ojos las lágrimas que no había tenido tiempo de secarse.-¿Qué pasa? ¿No la quieren ayudar los cátaros?

Guifré le miraba con curiosidad y mantuvo cierta entereza cuando Carvalho empezó a picarle el pecho con un dedo.

– Hay reglas de solidaridad que están por encima de los apellidos, amigo. Hay un derecho al trabajo y un derecho a la huida. Están rondando los sicarios del papá del niño y todos vamos a perder más si nos cazan.

Carvalho se sacó la pistola y la cargó.

– Un tiroteo en Port Bou va a ser noticia.

– Yo no he dicho que no quiera ayudarles, pero un asunto así no puede basarse en una falsa información y a mí ella no me dijo de quién se trataba. Además mi red no tiene por qué dedicarse a problemas personales.

– No se equivoque. Ustedes tienen enfrente al padre de este chico y es un tiburón. Lo mejor que puede sucederles es tener al lado al hijo, no sólo porque se trata del mismísimo Satán, sino porque lo sabe todo sobre su padre y puede serles útil. Además, un día heredará, dejará el satanismo y bien podría abrazar el nacionalcatarismo. Les cubrirá de millones.

En los ojos de Guifré González se leía la pregunta: ¿Y tú qué pintas en todo esto?, pero Manelic en cambio asintió con la cabeza y musitó un acuerdo que hizo brincar a Margalida y correr hacia el coche a comunicárselo a Albert.

– Bajad al puerto y preguntad por Eugeni de la Mar queta. Es mejor hacerlo por mar.

Él se quedó junto al Memorial como si formara parte de la instalación y Carvalho llevó a la pareja hasta el embarcadero. Margalida encontró a Eugeni, un hombre a la deriva de sus muchos kilos que les metió en una caseta donde debían esperar hasta que oscureciera. Carvalho se despidió de Satán mediante una mirada intencionada porque dedujo que al diablo no hay que darle la mano y mucho menos un abrazo. En cambio dejó que lo abrazara Margalida y que le besara las dos mejillas, retirando la boca por si acaso se le ocurría meterle aquella lengua ancha y carnosa, comestible.

– ¿Ya sabes con quién te la juegas?

– Es un chico muy inteligente pero muy tonto. Me necesita.

– Hoy sí. Mañana volverá a necesitar a su padre. Conozco esta raza de rebeldes. En mis tiempos eran maoístas ricos y volvieron a la casa del padre. Ahora son satánicos, pero volverán a la casa del padre.

Dejó a Margalida sin palabras o sin argumentos y regresó caminando hasta donde había dejado el coche. Allí le esperaba Manelic.

– ¿Todo en regla?

– Todo.

– ¿Regresa a Barcelona? ¿Le importa llevarme?

– ¿Cómo ha venido?

– Me ha traído Eugeni.

Subieron al coche y se mantuvieron en silencio mientras duraron las curvas hasta rebasar el cruce de Llanca y tomar la carretera hacia Figueres en busca de la autopista. Parece una historia antigua, como en los tiempos de la clandestinidad, ¿no es cierto? Carvalho asintió. Manelic miraba el reloj con frecuencia. ¿A qué hora calcula que podríamos llegar? Desde que entremos en la autopista, una hora aproximadamente. Muy justo, comentó Manelic. Sería muy, pero que muy conveniente que pudiera llegar al hotel Princesa Sofía antes de las 8.30.Contemplaba el paisaje como si en cierto sentido le perteneciera.

– ¿Sabe usted Carvalho que Cataluña es un yacimiento de religiosidad y ocultismo desde tiempos inmemoriales? De la misma manera que por el subsuelo circulan ríos secretos, en cualquier lugar donde usted ahora detecte un asentamiento religioso cristiano, lo hubo antes pagano, y antes mágico, como si la tierra, la mismísima tierra reclamara el lugar donde hay que adorar a los dioses. Puede percibirse aquí mismo, por donde pasamos, tierra de templarios y de ocultismo por lo tanto. ¿Sabía usted que en el monasterio de Sant Pere de Roda antes hubo un templo probablemente dedicado a Venus Urania o a Afrodita? Es un lugar tradicionalmente sagrado.

Guifré se quejaba de la ramplonería del presente, se había perdido el nexo entre lo mágico y lo real. Hay que asumir las cosas como vienen. Realmente son tiempos de clandestinidad para todo lo diferente, Carvalho, porque sólo se acepta lo que se considera políticamente correcto y todo lo que es excepcional debe trabajar en condiciones casi de clandestinidad.

– ¿Lo de resucitar la religión cátara lo decía en serio?

– No se trata de resucitar como se resucita una momia, sino de adaptar una fórmula de cristianismo primitivo a la nueva situación. La Teología de la Liberación es demasiado internacionalista en el sentido marxista de la expresión y hay pruebas de asentamientos cataros en la Cataluña Norte y en la Cataluña Sur, hubo cátaros en el Empordà hasta el siglo XIV e incluso una noble de la casa de Montcada, Guillermina de Montcada, fue cátara. Europa está superestructuralmente vertebrada, pero los pueblos están más desvertebrados que nunca y las grietas se van ensanchando día a día. ¿Ha seguido usted el cambio de fronteras en los últimos diez años? ¿Puede prever cómo van a seguir cambiando? ¿Sería tan amable de dejarme en la Diagonal, delante del Princesa Sofía?

– ¿Le espera una concentración cátara?