124201.fb2 La ciudad y las estrellas - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 26

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— ¿La has cambiado? — preguntó Hilvar, como de costumbre anticipándose a Alvin.

— No — repuso éste mientras que un escalofrío le recorría la espalda, ante la simple idea. A su vez preguntó al robot—: ¿Eres tú quien la ha cambiado?

— No — fue la respuesta, como un eco.

Con un suspiro de alivio, Alvin desechó la idea de que el robot pudiera haber actuado por su propia voluntad… y que pudiera tener a bordo y en sus manos un motín mecánico.

— Entonces, ¿por qué está la pantalla en blanco?

— Los receptores de imagen colocados en el exterior de la nave han sido cubiertos.

— No lo comprendo — dijo Alvin olvidándose por un momento de que el robot actuaría solamente bajo órdenes definidas o preguntas determinadas. Se recobró y preguntó rápidamente:

— ¿Qué es lo que ha cubierto los receptores?

— No lo sé.

La mente de los robots actuando siempre en una sola línea de conducta, resultaba a veces tan exasperante como el exceso de discurso de los humanos. Antes de que Alvin siguiera el interrogatorio, Hilvar le interrumpió.

— Dile que eleve la nave… despacio — dijo, con una nota de urgencia en la voz.

Alvin repitió la orden. No se produjo sensación alguna de movimiento, como nunca se producía. Entonces, lentamente, la imagen se volvió a formar en la pantalla visora aunque por un momento apareció borrosa y distorsionada. Pero era suficiente como para acabar la discusión respecto a la toma de tierra.

La llanura plana, había dejado de serlo. Un enorme bulto se había formado entre ellos… un bulto rajado de abajo arriba por donde la proa de la nave lo había cortado al elevarse. Enormes seudópodos aparecían removiéndose de un lado a otro entre la raja como si tratasen de volver a capturar la presa que acababa de escapársele de las garras. Mirándole con una horrible fascinación, Alvin captó de un vistazo un orificio pulsátil de color escarlata, bordeado con tentáculos como látigos batiendo al unísono como deseando frenéticamente captar algo que tuviera casi al alcance de su poder. Fuera ya del alcance de su víctima, aquella criatura se fue hundiendo lentamente hacia el suelo… siendo entonces cuando Alvin comprobó ciertamente que la llanura que existía bajo la nave era simplemente la delgada capa de espuma de la superficie de un mar nauseabundo.

— ¿Qué era esa… cosa?

— Tendría que bajar y estudiarlo antes de que pudiera decírtelo — replicó Hilvar —. Podría ser alguna forma de animal primitivo, tal vez un pariente de nuestro amigo de Shalmirane. Con seguridad no es inteligente, ya que de serlo habría estudiado otra forma mejor de comerse esta nave del espacio.

Alvin se sintió temblar de pies a cabeza, aunque ya sabía que no estaba en inmediato peligro. Trató de imaginar cuántas cosas más vivirían bajo aquella inocente superficie, que invitaba a descender y darse un paseo como por un prado en la primavera.

— Yo podría emplear aquí mucho tiempo — dijo Hilvar sinceramente fascinado por lo que había visto. La evolución tiene que haber producido resultados muy interesantes bajo esas condiciones. No sólo la evolución, sino la propia regresión, de la misma forma que las más altas formas de vida regresan cuando un planeta queda desierto. Por ahora, tiene que haberse alcanzado el equilibrio y… ¿no vas a salir ya? — Y su voz resonó quejumbrosa conforme el panorama se alejaba bajo ellos.

— Sí —repuso Alvin —. He visto un mundo sin vida y otro con demasiada. No sé cuál de los dos me disgusta más.

A cinco mil pies sobre la llanura, el planeta les proporcionó la sorpresa final. Se encontraron con toda una flotilla de enormes balones inflados arrastrados por el viento. De cada una de sus semitransparentes envolturas, colgaban racimos enormes de zarcillos, dando el aspecto de un bosque virtualmente invertido. Parecía que algunas plantas, en el esfuerzo de escapar del feroz conflicto que se desarrollaba en la superficie, habían aprendido a conquistar el aire: Por un milagro de adaptación, se las habían arreglado para preparar el hidrógeno necesario y almacenarlo en sus recipientes internos, a fin de poder levantarse y elevarse en una paz comparativa en la baja atmósfera que rodeaba al planeta.

Así y todo, no era cierto que incluso allí hubiesen encontrado la seguridad. Sus tallos y hojas colgando hacia abajo, aparecían infectados con una entera fauna de animales en forma de arañas que seguramente emplearían sus vidas flotando por encima de la superficie del globo continuando así la batalla universal por la existencia en sus solitarias islas flotantes. Presumiblemente tendrían que tener algún contacto con el suelo, de tanto en tanto, Alvin pudo ver uno de aquellos grandes balones colapsarse y caer súbitamente, con su rota envoltura actuando de paracaídas. Le hubiera gustado saber si se trataba de un accidente o parte del ciclo vital de aquellas extrañas criaturas.

Hilvar durmió mientras llegaban al próximo planeta. Por alguna razón que el robot no pudo explicarles, la nave viajaba despacio, al menos por comparación con su anterior velocidad cósmica desde la Tierra hasta los Siete Soles, entonces que se encontraba en un sistema solar. Les llevó casi dos horas alcanzar el nuevo mundo que Alvin había elegido para su tercera etapa e incluso le pareció sorprendente que un simple viaje interplanetario hubiese durado tanto tiempo.

Despertó a Hilvar al ir descendiendo en la atmósfera del nuevo planeta.

— ¿Qué sacas en conclusión de eso? — preguntó, apuntando hacia la pantalla visora.

Bajo ellos, se extendía un panorama yermo salpicado de negros y grises, no mostrando signo alguno de vegetación o cualquier otra directa evidencia de vida. Pero existía una indirecta; las bajas colinas y huecos valles estaban moteados con hemisferios perfectamente conformados, algunos de ellos dispuestos en pautas simétricas complejas.

Habían aprendido a usar la precaución en el anterior planeta y tras haber considerado cuidadosamente todas las posibilidades, cerniéndose en la alta atmósfera, enviaron al robot a investigar. A través de sus ojos, vieron cómo se aproximaba a uno de aquellos hemisferios y al robot flotando a pocos pies de distancia de la superficie completamente suave y sin características especiales de ornamentación externa.

No aparecía señal alguna de acceso, ni la menor indicación del propósito a que estaba destinada semejante estructura. Era bastante ancha y de unos cien pies de altura, siendo algunos de los otros hemisferios más grandes aún. De ser un edificio, no aparecía allí, ni entrada, ni salida.

Tras una leve vacilación, Alvin ordenó al robot que se adelantase y tocara la cúpula. Ante su completo asombro, el robot rehusó cumplir la orden recibida. Aquello era ciertamente un motín… o así lo parecía en principio.

— ¿Por qué no has hecho lo que te he ordenado? — preguntó Alvin una vez repuesto de su asombro.

— Está prohibido — fue la respuesta de la máquina.

— Prohibido… ¿por quién?

— No lo sé.

— Entonces, cómo… no, cancelada la orden. ¿Esa orden ha sido construida en tus circuitos?

— No.

Aquello parecía eliminar una posibilidad. Los constructores de aquellas cúpulas podrían muy bien haber sido la raza que fabricó el robot, habiendo introducido aquel tabú entre las instrucciones originales de la máquina.

— ¿Cuándo recibiste la orden? — preguntó Alvin.

Al aterrizar.

Alvin se volvió hacia Hilvar, con una luz de esperanza en los ojos.

— ¡Aquí existe una auténtica inteligencia! ¿No puedes apreciarla?

— No — repuso Hilvar —. Este lugar me parece tan muerto como el primer mundo que visitamos,

— Voy a ir a reunirme con el robot. Lo que pueda hablarle a él, me hablará a mí.

Hilvar no discutió aquel punto, aunque no parecía sentirse muy a gusto. Llevaron la nave a tierra a un centenar de pies de la cúpula, no lejos del robot que aguardaba, y abrieron la cámara reguladora de presión.

Alvin sabía que la puerta no se abriría a menos que el cerebro de la nave hubiese comprobado de antemano sí la atmósfera sería respirable. Por un momento, pensó que había cometido un error; el aire era tan sutil que apenas si sus pulmones pudieron respirarlo suficientemente. Después, inhalando profundamente, comprendió que podía captar suficiente oxígeno para sobrevivir, aunque supuso que no podría soportar aquella situación mucho tiempo.

Jadeando, se encaminaron hacia el robot y la pared curvada de aquella enigmática cúpula. Dieron un paso más… y se detuvieron al unísono como sacudidos por la misma y súbita sorpresa. En sus mentes, como el resonar de un gong poderoso, había aparecido el mismo mensaje.

PELIGRO. NO SE APROXIMEN MAS

Aquello era todo. Era un mensaje sin palabras, expresado en un puro pensamiento. Alvin estaba cierto que cualquier criatura, fuese cual fuese su nivel de inteligencia, habría recibido el mismo aviso en la misma forma totalmente inequívoca: en lo más profundo de su mente.

Se trataba de una advertencia, no de una amenaza. En cierta forma, ellos sabían que no iba dirigida especialmente contra ellos, y que sin duda era en favor de su propia protección. Allí, parecía decir, existía algo intrínsecamente peligroso y ellos, los constructores, sentían la ansiedad de evitar que nadie pudiese resultar dañado al irrumpir ignorantes de ello.

Alvin e Hilvar recularon unos pasos, mirándose el uno al otro, esperando a su vez que alguno dijese lo que tenía en el pensamiento. Hilvar fue el primero en resumir la posición a adoptar.

— Yo tenía razón, Alvin. Aquí no existe inteligencia alguna. Esa advertencia ha sido algo automático… disparada por nuestra presencia al llegar demasiado cerca.

Alvin hizo un signo de aprobación.

— Me gustaría saber qué están tratando de proteger. Podría, haber edificios… alguna cosa… bajo estas cúpulas.